Carta a mi querida lactancia

Adiós, querida amiga de desvelos, frustraciones y bendiciones. Adiós, querida acompañante fiel y hermosa. Adiós, querida maestra de sueños y aventuras. Te digo adiós sin saber si volveré a sentirte, a llorarte, a necesitarte y amarte tanto. Este adiós es incierto, pero fuerte y agradecido. Sin ti no sería la madre que soy hoy, sin ti mi hijo no sería lo que es hoy. Habrán muchos que no entenderán mi relación contigo, mi dependencia a tu oro líquido que rodaba por mis tetas. La oportunidad que te di fue, sin duda, una de las mejores decisiones que he tomado. Y hoy me despido.

Aún mi cría me toca las tetas como costumbre, pero al preguntarle si quiere leche me contesta con un rotundo NO. Comparto con el mundo cómo te apartaste de mí, cómo lentamente dejé de producir y, sin dolor, ya no me sale más. Hay días que me las exprimo con la curiosidad de ver salir tan preciado líquido y la gota que sale la pongo en mis dedos como muestra de respeto por mi cuerpo y su perfecto andamiaje. Fueron tres años y ocho meses de teta y leche ininterrumpidos, a demanda para dormir, para calmarnos, para mirarnos, para despertar y sobretodo para alimentar el cuerpo y el alma. Porque, querida lactancia, no solo estás llena de vitaminas, minerales, grasa, proteínas… también estás llena de independencia, sabiduría, fuerza, rebeldía, cariño, confianza, solidaridad y consuelo, mucho consuelo.

Querida amiga lactancia, perdón por despedirme de ti de sopetón. Por necesidad te abandoné y me duele mucho. Casi todas las cosas importantes en mi vida, aquellas que me dan seguridad y vida, se me van así, de sopetón. Y tú, wow, tú sí me diste seguridad y personalidad. Contigo, además de alimentar a mi hijo, pude amar mi cuerpo más de lo que lo amaba. Reconocer su poder y cómo podía dar fuerzas a otras mujeres. Mi rebeldía a causa tuya me inspiró a reafirmar mi feminidad y mi feminismo. Ahora lucho por mí, por nosotras con todo. Gracias, querida lactancia. Te lloro y te extraño.

#MamitaObrera